Sara M. Pérez

martes, 29 de marzo de 2016

La supervivencia

La vida nos presenta infinitud de personas, unas mejores que otras, unas cercanas, otras no tanto, pero puedo que decir que nadie, nadie salvo él, me había conocido con tanta profundidad. Una profundidad extraña, una profundidad oscura, decadente, perversa, divertida, psicótica, controladora. Una profundidad tan negra que, como los agujeros negros, atrapaba la luz, la bondad, la generosidad, la misericordia. Él sabía que un veneno negro y espeso cabalgaba por mis venas, proveniente de mi corazón. Sabía que su dolor me hacia disfrutar, que su ira me hacia reír a carcajadas. Él sabía de mi calma plana, y... la quería romper. Me deseaba controlar, me deseaba someter, me deseaba dañar, me quería, rendida, cansada, suplicante. Pero no podía, sus actos de amor no me alcanzaban, ni los más malintencionados. A veces, creo, que se conformaba con mi calor. Muchas veces se tumbaba en mi espalda, yo dormida, el despierto, me abrazaba con un brazo y me memorizaba: mi tacto, mi aura, mi olor. Se había formado una gran imagen de mi, inteligente, locuaz, dulce, y muy fuerte; quería que alguien como el creía que era yo le amase, cuidase su alma, su corazón y le encauzase; pero no lo hacía y el desesperadamente lo intentaba. Imagino que de ahí los intentos de sometimiento. Sus fracasos le dolían. Nuestro sufrimiento  era constante y se hizo una necesidad latente. Al dejar la relación se hizo imperioso llenarlo, yo lo hice con el sexo y los hombres, el éxtasis movía mi lineal corazón haciéndome vibrar de placer, haciéndome sentir viva, alejándome de la muerte y la quietud emocional de antaño; él sin embargo,... cayó en la más absoluta oscuridad, la ira rebosaba de él, supurando, emponzoñando su salud: él necesitaba sufrir más que yo. Y aún lo necesita, y lo desea. Sí. Él lo desea, desea ese dolor, desea que le quiebre, desea que su alma arda por no poder alcanzarme. Le divierte, lo disfruta, ese suave ronroneo de dolor, los chasquidos de esa grieta en el alma que lucha por cerrarse. Desea que me ría de su dolor, desea que cada pelo de su piel se erice, al límite del enfado, al límite del odio, al límite de la necesidad. Le gusta ser ratón tanto como gato, sabe que tanto es el daño que le hago a él como el que él me hace a mí, así como mi disfrute equivale el suyo. Solo hay una diferencia entre los dos: donde su alma se quiebra es mi mente la que se resquebraja.

Es un juego, la supervivencia.




lunes, 25 de enero de 2016

El Mal

Las gárgolas de la catedral me observaban, siseos brotaban de sus bocas. Los vientos parecían azotarme, retrasarme, detenerme,… pero la puerta de la catedral estaba abierta esperando por mí. Agarré los pliegues de mi abrigo, escondí la cabeza y avancé.

El silencio me envolvió, el viento ya no silbaba, las sombras me acogían y ningún par de ojos me juzgaba. Lentamente seguí caminando, recorriendo la iglesia hasta que lo encontré. Sobrepasé la puerta que daba al despacho del padre y me desplomé en una de sus sillas, la más cercana a la estufa. Aquel había sido un día frío. Él levanto la vista y me miró, paciente, serio, acuciante. El pecho me tembló, mis ojos ardían.
  • Dana…
  • Estoy cansada, padre. Los siento,esos dos mundos divididos dentro de mí. Siento el Mal, la ira, la tristeza y el dolor, y los adoro, adoro su sensación, son dulces en mi paladar. Pero, ya que las amo, sé que no son lo único que hay aquí, siento el amor dentro de mí, padre. Lo siento crecer, trepando por las paredes de la oscuridad, destruyendo mi maldad, limando mis espinas. Es como una batalla que me deja paralizada, que me corroe, que me enfada, una batalla en la que no puedo elegir bando de corazón.
  • Es una dura carga la que soportas, Dana, pero debes perseverar, no ceder, aguardar hasta el momento en el que la elección te llegue. No dudes Dana.
  • Padre, tu no lo sientes dentro de ti, el Mal. Tú no cierras los ojos y ves la sangre, la venganza. Tú no anhelas matar, no anhelas el dolor. A veces, me siento tan destrozada, derrotada por esta discordia, que me tranquilizo pensando que si duele es que aun no estoy muerta. Es el dolor, lo más puro. El sufrimiento, la rabia,… tan honestos. El Mal es rápido, rápido en el placer y en las recompensas, el Mal es divertido. ¿Pero y el Bien? No veo sus beneficios, no veo que “bien” hace al mundo. Todo se cae a pedazos, por más leyes, por más sentido común que intentemos inculcar. Es la era más brillante, y estamos más ciegos que en la más oscura de ellas.  Sé que algo allá arriba me observa, siento que soy amada, pero padre, no sé si por Dios o por el mismísimo Diablo. Y lo peor – sollocé- es que no sé quien espero que sea.
  • Siento que debas llevar esta carga dentro tuyo. No sé por qué prueba estas pasando, ni por qué pero si te rindes por un segundo, la oscuridad te consumirá, teñirá tu sangre, nublará tu vista, matará tu ser, te pisará. Y eso será peor, Dana, por qué, aun eclipsada, hay una belleza limpia en ti, sincera. Una luz en tus ojos, la de la justicia. Yo puedo verla, hija, pero tú debes protegerla.

domingo, 10 de mayo de 2015

La oscuridad

Algo reposaba en su interior. Una brisa estática, candente. Vibraba de expectación, como un predator frente a su presa. Pero era suave y confiable a la vez, dulce como el veneno en manos de la tentación. Era puro y pecaminoso, inamovible pero volátil. Era el filo de una navaja, la cresta de una hola, el borde de la cama, el final de una caricia, era la duda, era el peligro inminente, una bomba apunto de estallar. 
Lo sentía removerse dentro de sí, falto de espacio, molesto y calmado, arañando con una garra a la vez las pareces que lo retenían. Se revolvió con un poco más de ansiedad, se desperezó, arrastró sus garras por su interior contento de su mueca de dolor. Sentía miedo de aquella parte oculta que tenía, no sabía exactamente cómo o cuando había aparecido aquel depredador triste y airado. Pero lo había hecho y de lo estaba comiendo vivo. 

sábado, 25 de abril de 2015

Disgresión

Alzo las manos y toco su cara con los pulgares. Con las yemas de los dedos rozo el contorno de su frente, trazo sus ojos, delineo el perfil de su nariz. Él se mantenía de pie, inmóvil, respirando acompasadamente, con los párpados cerrados, intentando absorber todo lo que pudiese de mi. Sabía que sentía la electricidad en mis dedos mientras acariciaba su piel, la tensión y la paz que me provocaba, la admiración patente en mi aliento contenido.
El pelo caía por su espalda, lleno de mechones trenzados, con cuentas y plumas de pájaros arraigadas en ellos, uniendo le con la tierra, con la naturaleza. Mi mano contrastaba con su piel tostada, el era mi piedra de toque, mi ancla, el lazo que me unía al mundo, a la civilización de la que no quería pero no podía evitar separarme. 
El viento nos azotó, el frío impregno nuestra piel, nos hizo contener la respiración y breves escalofríos recorrieron nuestras espaldas.
Madre Naturaleza intentaba jugar, darnos ese levé empujón necesario para que nos diésemos calor. Yo siempre tenía frío a su alrededor, su cuerpo ardía por dentro como las ascuas del fuego. 
Le temía, temía aquello que no podía controlar, aquello que desataba en mi emociones indomables. Él era salvaje, su mirada  lo era, su postura, sus palabras, ¿su corazón?

Lentamente abrió los ojos, espesas pestañas enmarcaban sus ojos miel oscura, eran profundos. Le miré, me encogí por dentro, me intimidaba, me dejaba prendada, me confundía. 
Aparté la mirada acto seguido, parecía haber algo a mi izquierda que llamaba mi atención. Su lengua tomó mi yugular.

lunes, 13 de abril de 2015

El placer de ser presa del sueño

El corazón me late, atropelladamente. Mi piel palpita, pequeños pellizcos mueven mi sangre. La noto en los dedos, rebuscando nuevos caminos.
Algo acaricia mis hombros donde no cubre el edredón.  Es el frío, suave, parece seda, pero muerde. Lo combato con mi calor, estamos igualados, me gusta así. 
La calma parecería acechar, sino fuese por que ya esta instaurada aquí. Flota, esta ahí, dejándonos ser conscientes de ella, disfrutarla. Es estática, seria, amable, desafiante. 
El sueño me ronda, soy su presa, soy débil, lo huele. Traspasa el frío y la calma, son sus cómplices. Se escurre con el aire, traspasa el edredón, se entremezcla con mi pelo, deja que lo inhale. Ya lo tengo en mi interior. Se cuela en mi epidermis, se acopia de mis glóbulos rojos, me recorre por dentro. Notó su peso, lleva consigo la calma, hace que deje de moverme, inquieta. Despacha al frío con un ademan, me quiere cuidar, me acuna, me susurra dulces promesas de sueños bonitos. Recorre mis brazos, aleja el frío, roza mis mejillas, mi pelo. Mi mente. Me insta a cerrar los ojos, ya adormecida. Se coloca junto a mi, muy cerca, bostezando promesas hasta el amanecer. 

viernes, 13 de marzo de 2015

Microcuento

Hay gente que sabe lo que busca, otra que no. Hay gente que sabe el camino, hay gente que no. Hay gente que sin saberlo encuentra lo q desea, otra que nunca lo ha hecho. 
Ella no tiene modo, ella no tiene guía, ella esta ciega por dentro, ella encontró una forma donde no sentir es sinónimo de sobrevivir, ella no siente dolor, ella siente vacío, ella no siente amor, siente deseó, ella no se siente bien, ella se siente sola, ella se siente de acero templado, ella corta, ella daña, ella tergiversa, ella es lista, ella no miente, ella engaña con la verdad, ella no actúa movida por el impulso, ella lo piensa, ella actúa luego, ella analiza, ella muere por eso, ella teme eso, ella se teme, ella controla, ella domina de manera inconsciente, ella no es fuerte, ella no gana nada, ella no sabe donde buscar, ella no sabe que hacer, ella no sabe quién la llenara, ella no sabe de sí misma, ella no sabe que hay dentro de sí, ella.... Se siente extraña, ella no sabe si lo es....
Ella,.... En su mente todo es sobre ella. 

sábado, 31 de agosto de 2013



Australia miraba la pantalla de su ordenador. La música tronaba en sus oidos, escapando con bulliciosos golpes de batería de los auriculares. Maldita música sinuosa que se adentraba en lo más profundo de su cuerpo,!cómo la ayudaba a enfilar sus pensamientos en una dirección! Eso, y el pequeño y muy decepcionante hecho de que llevaba una semana sin ocuparse de sus responsabilidades. De ahí las plantas mustias de mentira, lo limpios de objetos que estaban las repisas, armarios y muebles, dado que todo lo que debían esconder estaban esparcido por el piso. Si su madre estuviese ahí ya estaría temblando y preparando su afilada lengua para lanzar una bomba de destrucción masiva en su cabeza.

Su habitáculo parecía un hormiguero. Un hormiguero del tamaño de un salero pero era innegable que se trataba de uno. El caso es que aunque las inhibiciones de Australia se hubiesen desplomado como Pompeya bajo la laba, su mente estaba dotada curiosamente de ferviente actividad. Su estado emocional vegetativo no le impedia tener ese débil temor a electrocutarse con sus propios chispazos bioelectricos. Joder, y que si tenía miedo. Pues claro. Llevaba una semana entera crispandose con el hecho de que no le gustaba lo que hacía. Pensando si tendría algún tipo de transtorno que le impidiese tener inhibiciones normales, de ese tipo de ambiciones que hacen bien a todos. Pero no, su camino giraba entorno al miedo a destacar, a salirse del camino que le habían apisonado, resuelto como las cartillas de escritura Rubio. Quería brillar, sabía que no descansaría en paz hasta tener todas las muelas de oro - no literalmente claro, puaj. Ingenieros, bioquimicos, abogados o artistas. Menudos caminos, así no conseguiría a Veneno, ese precioso Lamborghi en el que queria posar su trasero con orgullo. Ohhhhhhhhhh sí. Quería eso, queria vivir con orgullo de lo que había conseguido.

Tocaron al timbre, mire por el microagujerillo de la puerta !Los testigos de Jehová! Su madre. Se iban a enterar. Cómo osaban